César contra Catón by Josiah Osgood

César contra Catón by Josiah Osgood

autor:Josiah Osgood [Osgood, Josiah]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2022-06-15T00:00:00+00:00


¿Quién puede ver esto, quién puede sufrirlo,

si no es un desvergonzado, glotón y truhan?

¿Que Mamurra posea la grasa que untaba la Galia

de los de larga cabellera y la Britania de los confines del mundo?

[…]

¿Con este pretexto, general sin par,

estuviste en la última isla de occidente,

para que ese jodido carajo vuestro

devorase doscientos o trescientos millones?[20]

El poema de Catulo indignó a César: aquellos versos no solo representaban una mácula indeleble para su reputación y la de su aliado, sino que suponían una traición a su buena voluntad. César, que mantenía buenas relaciones con el padre del poeta y se alojaba en su casa de Verona, le hizo saber a este que estaba muy irritado por aquel insulto, y el hijo se vio obligado a disculparse. Ese mismo día, invitó al poeta a cenar[21]. Y es que César sabía dejar a un lado sus rencores cuando lo consideraba oportuno. Pero Catulo no era el mismo tipo de enemigo que Catón.

Los versos de Catulo molestaron a César porque atentaban contra su reputación, esa dignitas que tanto le había costado ganarse en la Galia, con la ayuda de sus comentarios y de los despachos que enviaba a Roma. Así, por ejemplo, al describir un elaborado puente que había construido sobre el Rin para hacer una breve incursión en territorio germano en el 55, observaba que era impensable atravesar el río en barca; habría sido impropio de su dignitas[22].

Pero la gloria no se conquistaba solo con palabras. César se jugó el físico más que nunca; no había peligro que no afrontara ni trabajo que eludiera. Podía marchar bajo un sol radiante o bajo la lluvia, y avanzaba tan deprisa que llegaba a destino antes incluso que sus mensajeros. Atacaba a sus enemigos cuando menos se lo esperaban: inmediatamente después de una marcha, incluso con mal tiempo. Le daba lo mismo plantar sus tiendas en campo abierto. En sus memorias, Opio contaba que una vez, viajando con César, una tormenta los obligó a refugiarse en la cabaña de un pobre en la que había una sola habitación, con espacio apenas para una persona. César insistió en que la ocupara Opio, que en ese momento estaba enfermo; él dormiría al aire libre[23]. En la batalla, si el ejército empezaba a ceder, agarraba a los soldados uno a uno por el cuello y los obligaba a enfrentarse al enemigo. Una vez, cuando su Duodécima Legión estaba a punto de capitular, César le arrebató el escudo a uno de los soldados de la retaguardia, corrió a primera línea e infundió renovados bríos a sus hombres[24].

Los soldados de César se ganaban su aprobación no por su carácter o su vida privada, sino por su capacidad para la lucha. Servir bajo su mando era una mezcla de indulgencia y la más estricta disciplina, un reflejo de su estilo de vida. Adoptó como costumbre no anunciar de antemano a sus hombres cuándo tendrían que marchar o que luchar; debían estar preparados siempre. Los desertores y los traidores eran castigados con severidad. En cambio, con las transgresiones menores solía mirar hacia otro lado.



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